PRÓXIMA FUNCIÓN

¡Cruce en Cuarentena!


Por razones de conocimiento público, la escuela a la que íbamos a asistir ha cerrado sus puertas.

Por lo tanto la función queda suspendida... así que quédense en sus casas, abríguense, y tengan miedo a la gripe A, que es lo que está de moda.

jueves, 25 de octubre de 2007

Sueños de Máquinas y hombres

Nicolás Raúl Correa

...“Cosas malas tiene la vida
pero ninguna es peor
Que la traición.
Unos matan, otros olvidan
y yo lo canto recordándotelo”...


Pepe se prendió de la bicicleta y le dio por la avenida, hasta el final, antes de llegar a las calles de tierra y adentrarse en los pastizales de las canchas del fondo, miró hacia atrás para ver, ya que la marcha se había tornado un poco dificultosa. La rueda trasera iba un poco desinflada. Bufo y levantándose levemente, inclinó el cuerpo hacia delante como quitando peso al neumático. No sabía cuanto duraría la travesía en ese estado. Tenía que llegar a la casa de Tía Pocha antes de anochecer, y pensando que la zona de pastizales era bastante larga, y que después debía afrontar, inevitablemente, los parajes del cementerio, entendió los peligros que podía conllevar demorarse demasiado. Fue haciendo zigzag a los objetos que le parecían más perniciosos para la rueda. El caballo de metal se inclinaba de un lado al otro, se hamacaba de allá acá, venía e iba. Aunque él le pegaba duro al pedal, no levantaba velocidad y la cosa, tornabase un poco exhaustiva. El sudor recorría la frente estallando en el suelo, sacudido por el movimiento. Cuando entró en las canchas, fue por el centro del arco, para obviar las botellas rotas que yacían en el camino, el vidrio podía empeorar su situación, dejarlo a pie, sin ninguna rara maquinaria para servirse de transporte y lógicamente, todos los objetos que no sirven para simplificarnos, sirven para entorpecernos el andar. Esto lo dedujo sin demasiada dificultad ni una apreciación muy tortuosa. Si debía atravesar caminando aquellos parajes inhóspitos, y encima arrastrando una bicicleta, todo empeoraría. Por eso, apuró la marcha con gran destreza, manipulando el momento repentino en que tal vez la rueda pinchara, esperando una muertecita lenta que lo llevara al punto culminante de sus temores, la Noche.

Por primera vez, en su marcha funesta, pedaleando pesadamente mientras la bicicleta avanzaba, mostrando un desequilibrio importante, miró hacia los costados para encontrarse frente al paisaje idílico del atardecer, sobre los amarillos pastizales que se iban oscureciendo lentamente. No sabía de donde, pero llegaba con la imagen taciturna una pequeña angustia que lo enamoraba. Y como si la bicicleta sintiera aquel Amor angustioso filtrarse por los ojos, parecían adormecerse ambos en un sueño, de maquinas y hombres.

  • ¡Acelerá!
  • ¡No puedo!. No me dan las piernas.
  • ¡Acelerá que nos agarra!
  • ¿Quién?

El vehículo explotó entre los pastizales acelerando su ritmo que crecía irrevocablemente. Se asustó bastante y en el rostro podía traslucirse como crecía la velocidad. Pasaba entre los árboles y el muchacho sin más gritaba, gritaba, gritaba un par de veces, atontado. El paisaje, confundido y mezclado entre el amarillo de los yuyos y el ocaso que moría, cambiaba de tonalidades como un caleidoscopio gigantesco, en eso, la bicicleta comienza a desacelerarse y sus facciones vuelven a la normalidad. Pepe se alejó corriendo unos metros y la miró. Estaba tirada como si nada y de la cubierta trasera manaba un humo negro o mejor dicho, de lo que quedaba de ella. Con una rama en la mano, la tanteaba de lejos, por las dudas, no fuese cosa que reaccionara de un modo inesperado y saliera disparada o algo así. Parecía que el bicho de hierro respiraba con un ritmo lento y quedo, no tenía fuerza para seguir y el muchacho entendió esto. Tiró la rama a un costado y acarició el manubrio deslizando sus dedos flacos. La levantó y cuando cayó en cuentas, allí estaba, cercana a ellos, inmensa y terrible, estructura de oro negro que se erige ante todo. Completud. Extensa figura que como tamaña mole jamás cede, la Noche.

Había oscurecido.

Caminó un poco más y empezó a sentir una fatiga, mezclada con algo de temor. Sólo una. La bicicleta silbaba o tal vez su espíritu lo hacia. Su vieja carrocería que contaba uno de los últimos cuentos, tenía un andar tan cojitranco que él atinaba a mirarla de costado y sentía pena por ella. Para que no se distrajera y se dejara estar, le contaba ciertas aventuras que a él le habían enseñado cuando niño y aún tenía frescas en su memoria. Si cabeceaba, la despertaba con una susurro de cuervito que volando bajo, grazna suavemente un dulce eco. Si intentaba detenerse, estimulaba su voluntad con una arenga. Así caminaron hasta que no pudo verse más nada del simbólico camino, con la niebla que iba esparciéndose como una manta sobre los objetos circundantes. En un momento llegó a no poder distinguir a su compañera y entonces, se detuvo. Ya no sentía el frío manubrio congelarle las amanubriadas manos. Elevó la voz buscándola pero ninguna respuesta se dejó oír. Giró en el lugar pero no dilucidaba nada de lo que llegaba a rodearlo. Anduvo tanteando un par de metros hasta que un silbidito lo sedujo. Más o menos fue siguiendo el continuo silbido que parecía guiarlo. Hasta que calló. Sólo se escuchaban las pisadas de lo que debía ser algún animal, se desesperó un poco y quiso correr. Su lengua quedó trabada para el grito. Caminó en dirección opuesta a la que venía y chocó con una entidad dura y grotesca, inmóvil. La persecución detuvo su cause. Manoteó al aire y palpó un manubrio, es ella. Alegre, recobró algo del ánimo perdido. A lo lejos pudo divisar una luz tenue que cumpliendo la función de faro, para el viajero, aguardaba. Sin demorarse, marchó, cargando a su bicicleta, hacia la luz.

La peregrinación duro algo más de una hora, pero el destino parecía alejarse más y más. En eso, la Noche se había vuelto tan normal que ya no temía. Supuso que la luz hacia la que se dirigían, era de la casilla del sereno. También que su familia debería estar buscándolo, y desesperadamente. Un ruido denso subió desde su estomago y fue sorteando diversos embates hasta llegar en forma de eructo. Hambre y sed. Ganas de llorar. Putear. Pegarle a algo. Tirar la estructura que cargaba hacia un largo rato, al mismísimo demonio. Pero falto pensarlo cuando

  • ¿Qué hace pibe?
  • ¿Eh?
  • Sí, ¿Qué hace pibe? ¿Quién te dio permiso para andar por mis parajes?
  • No, yo, yo...
  • ¡Sí, vos! ¡Intruso! ¡Ah! ¿No me reconoces? Yo soy Satanás gil y vivo acá, este es mi refugio. Ustedes lo conocen como las canchitas del fondo, antes de llegar al cementerio. Yo tengo varias cosas que decirles, sabes... ¡Sí!, varias, y la principal es que me tienen re podrido. Cuántas tardes mientras duermo la siesta, porque por si no lo sabes, laburo de Noche, ahora tengo ese turno, Americano le dicen ¡Me cagan a pelotazos esos caballitos de Dios! ¿Entendes lo que es que te bombardeen con una tango numero cinco, sin descanso? Muchas veces me pregunté cómo se puede ser tan burro pero pocas veces me lo respondí. En fin, ¿Vos qué queres acá... Fama... Me venís a desafiar? Mirá que eso ya fue para mi, ya no va mas conmigo el duelo heroico y romántico y que siempre me toque la misma. Me retiré nene.
  • Señor, estoy perdido...
  • ¡Uuuuu! Sos un viajero perdido entonces. Yo te puedo ayudar, para mí es muy fácil eso porque conozco toda la zona de Abajo Arriba...
  • Voy a lo de la Pocha...
  • Sí, me imaginaba que eras algo de ella, por tu cara, tenés un aire de similitud y sos un poco anacrónico...
  • Si, estoy mucho tiempo con ella...
  • Porque tus papis viven alcoholizados...
  • Bueno...
  • Y si lo ves por ahí, es mejor que chupen todo el día porque si se dan cuenta de la pocilga donde están metidos...
  • Sí, tal vez...
  • Sos un pibe muy lindo, ¿tenés novia?
  • No, yo estudio en...
  • ¡Qué perejil que sos! Bueno, ya vas a tener tiempo...
  • Le hago una pregunta señor Satanás...
  • ¡Si, dale nene! Pero decime Luci...
  • Mi tío en su casa tenía muchos libros y él contaba que a usted lo conocieron muchos escritores importantes que discutían filosóficamente y a veces entablaban amistades importantes o grandes peleas... Él decía que a usted lo rajaron por soberbio y ambicioso y que además cuando mete la cola se pudre todo y...
  • ¡Para! Para un poquito. Lo de los escritores es todo gilada. Yo no conocí a ningún escritor ni hable con ninguno, el que dice eso, miente y vos no le creas. ¡Sabes cuantos comieron con mi nombre pibe! Te puedo nombrar uno solo que ma u meno encaró lindo y era un tanito, pero de esto hace varios años ya, el resto, puro chamuyo. Después, el otro temita es muy largo para contártelo en un par de páginas, aparte no me vas a creer...
  • ¿Y lo de la cola? ¿Y el azufre?
  • Bueno, lo del azufre podes darte cuenta que es otra mentira de las viejas que están al pedo, porque decime, ¿vos sentís olor a azufre?
  • No, no, para nada señor Luci...
  • Viste. El tema de la cola tiene que ver con los cuernos que me pusieron y una cola tan ridícula. Gente mala nene. Me doy lastima a veces... Pero bueno, nada de lagrimas, pongámonos en marcha que me retraso en el horario de visitas y después la otra, la que va de negro vestida, se retrasa y no me garpan las extras a fin de mes.
  • ¡Ahhh!
  • ¡Esta caro vivir! Che, ¿Esa bicicleta te sirve a vos?
  • Si, si, me la regalo mi abuelo y reciencito se me pinchó la rueda...
  • Ah, porque te la iba a pedir, me viene bárbaro para hacer el recorrido...

Siguieron el camino, los tres, hacia la luz que Pepe había divisado de lejos, hacia el cementerio. Cada tanto el muchacho veía como Satanás relojeaba su bicicleta pero al verse descubierto por él, giraba prontamente la cabeza. Anduvieron atravesando yuyos un largo rato y por fin se acercaban a la luz prometida, mientras iban llegando Satanás le dijo...

  • Bueno amiguito, hasta acá te acompaño, el resto es facilongo, seguí el asfalto y listo...
  • ¡Bueno, muchas gracias Don Luci!
  • ¡No hay de que pichón!

Pero cuando terminó de ver como se perdía el mismísimo diablo entre los pastizales, hipnotizado por la imagen, al mirar a su costado Derecho, comprendió que le faltaba la Aurorita que tanto tiempo había cargado. Satanás lo choreo. Lucifer lo estafó. Un par de lagrimas le cayeron y rebotaban en el suelo de lapidas, escondiéndose de la Noche que allí estaba, con él, solos. Lentamente tropezó en el espacio y en el tiempo, el cementerio rugía. Las sombras danzaban de un lado para el otro sin que Pepe pudiera moverse de su lugar, estaba completamente paralizado. No podía pensar qué era peor, si la perdida de su amada Aurorita o encontrarse sólo en ese averno. Algunos pájaros pasaban muy de cerca y graznaban alocadamente como si en ese graznar viajara codificado, un mensaje de muerte. No tenía muchas opciones y debía llegar a lo de Tía Pocha para que se tranquilizaran. En fin, sin más opciones tomó el sendero de asfalto y comenzó a caminar y mientras más se alejaba de la luz, la oscuridad más se le abalanzaba hasta que una nueva lamparita en medio de aquel paisaje horrendo, salía al paso. Iba leyendo las inscripciones de las lápidas y veía nombres y refranes y pequeñas historias que alejaban su perdida. Algunas decían cosas como

Julio Augusto Villagrande,

1958-2007.

“Tu familia te desea un dulce descanso, en el regazo del señor”...

Instantáneamente pensó a que señor se referirían, la frase le pareció algo ambigua y aunque se distrajo un poco, continuo avanzando. Todas las inscripciones decían lo mismo y él pensó que pondría en la tumba de su Aurorita, quizá algo así

Aurorita

1983-1997

“Ojalá que vuelvas conmigo”

Es más, juraba que todas las semanas le cambiaría las flores y turnaría el tipo de rosas para que no se acostumbrara. Avanzó unos metros más y sintió un ruido a sus espaldas, giró y lógicamente, no había nada. Asustado comenzó un trote ya que el ruido volvía a acecharlo, corría detrás de él. Pensó que tal vez era el mismísimo Satanás y se detuvo en el acto.

No era él.

Desmayado, descansó un largo rato hasta que lo encontraron inconsciente, dentro de una tumba, mezclado con huesos y tierra negra.

La luz del día le daba de lleno en el rostro y no sabía que hacía en la cama de su Tía Pocha recostado. Volvía del sueño y el olor a rosas mojadas por el rocío llenaba su nariz. Le dolía la cabeza y no sentía la totalidad de su cuerpo, cuando miró hacia el final de la cama no pudo sacudir las sabanas como de costumbre...

Gritó, y su Tía corrió para ver que necesitaba...

N.

1 comentario:

CLAU dijo...

Qué grande sos pebete !!