PRÓXIMA FUNCIÓN

¡Cruce en Cuarentena!


Por razones de conocimiento público, la escuela a la que íbamos a asistir ha cerrado sus puertas.

Por lo tanto la función queda suspendida... así que quédense en sus casas, abríguense, y tengan miedo a la gripe A, que es lo que está de moda.

martes, 19 de junio de 2007

Relaciones cercanas

Fernando Lozano.


México, para allá me voy, Carla, mi amor. Amorosos esos cachorros; lástima la entrada, muy cara. Cara dura es lo que terminas siendo Roberto por dejarme sola acá, en un país de bosta. Bosta, por todos lados, Mariana, ¿qué querés que te diga? Decime una cosa, infeliz, ¿cómo pensas que me siento? Sentía que las hamburguesas que había comido con mis sobrinos en la cadena norteamericana de los arcos dorados me subían por el cuello; me sentía mal. Mal, ya lo sé, pero no veo futuro para mi profesión en este país. Paisanos, encima que no me sentía bien, este lugar tenía que estar lleno de paisanos comprando todo tipo de animalitos, tratando de ragatear el precio ¿viste? Veo, sin ir más lejos, que vos no me amás; sos una desgracia. Desgraciados estos judíos, se llevaron el labrador que yo quería. Querer te quiero, pero primero debo instalarme para venir a buscarte; o sea, primero está uno. Uno de los hijos de este tipo, el muy zángano, sabía que yo lo quería y me lo refregó por la cara y salió corriendo, escabullendose como una rata. Rateros, eso es lo que te falta decir para que seas un mexicano más, basura. Basurear, eso fue lo primero que hice al agarrarlo. Agarrate las valijas, dejame acá como una pelotuda y andate, porque primero está vos, ¿no, forro? Forrado en guita estaba el nene judío, en realidad el padre del pibe que me gastó. Gastate todos tus ahorros, mal parido, y ni se te ocurra volver para pedir perdón. Perdones del padre es lo que más me acuerdo de esa exposición que, para decir la verdad, era un fiasco tremendo. Tremendista, eso sos Carla, porque, realmente me gustaría irme con vos. “Voseame” palpitaba mi cerebro mientras el judío este me pedía disculpas, ya que, tengo que ser realista, estaba bueno. Bondadoso, muy bondadoso lo tuyo Roberto, pero no alcanza para remediar la cagada que estas por hacer, no te aproveches. Aprovechando que Martín y Julián estaban viendo los gatos, me parece, le dejé mi teléfono. Telefoneame desde allá, no te quiero ver más; andate por favor. Favores, un montón, le voy a deber a mis hijos si me llama el tipo, ¿no? No me digas eso, mi vida, me quiero matar. Matame Mariana, te lo ruego, si le digo que no a éste si me invita en un bar algo con alcohol para tomar. Tomátelas de acá, pedazo de mierda, no te hagás el tierno conmigo, ¿está claro? Clarísimo tenía el pelo, era precioso...


Roberto dejó el bar mirando el piso. Por su parte Carla, sin remodimientos de todo lo que dijo se aguantó las lágrimas. Susana colgó. Pero sonó el teléfono. Susana se levantó y atendió, pensando que era su nuevo príncipe azul, quien la iba a sacar de la soledad que carcomía su corazón (y su billetera). Pero sus ilusiones cayeron cuando sintió lo que no esperaba: la policía. Llamaba para avisar que su hija se había estrellado contra un colectivo de la línea doscientos dieciseis en un accidente automovilístico mientras iba camino al aeropuerto internacional de Ezeiza, a buscar a su novio Roberto Pérez.

1 comentario:

Augusto dijo...

Me parece interesante pero creo que podría ser más claro y un poco más gráfico.