Fernando Luis Lozano
Para Agostina, Nicolás y Paola.
Para Pablo “pollo” Taylor.
Para mi padre.
Para quien fue, es y será mi amor.
Para Pablo “pollo” Taylor.
Para mi padre.
Para quien fue, es y será mi amor.
Pareciera como si los no videntes (más aún los no videntes con problemas de dicción) más allá de esa suerte de sensibilidad extrema en el ejercicio de los cuatro sentidos restantes, tuvieran otra cualidad que los distingue: hallar manuscritos o escritos perdidos de autores nóveles o consagrados que develan universos culturales riquísimos. Este no es nuestro caso y tan sólo por dos motivos: por un lado, somos videntes; por otro lado, tuvimos la dicha de toparnos con un documento valiosísimo. Poco creíble sin dudas, pero hoy podemos decir con certeza que desenterramos la primera copia del afamado cuento The killers o Los asesinos del norteamericano Ernest Hemingway. Por lógicas y sencillas deducciones (un título al tope de la primera página que reza algo así como PRIMERA VEZ QUE ESCRIBO ESTE CUENTO QUE TITULARÉ LOS ASESINOS. FIRMA ERNEST HEMINGWAY. PARÍS 1927) determinamos que estos papeles representan el trabajo primigenio sobre el ya mencionado relato de este gran escritor, Premio Pullitzer de Literatura de 1953 por su novela The old man and the sea o El viejo y el mar.
Luego de numerosas entrevistas tanto presenciales como virtuales con el personal especializado del tesoro de la casa-museo donde nació el autor, con dirección en el 339 dirección Norte de la Oak Park Avenue, Oak Park, Illinois, Estados Unidos de Norteamérica, pudimos corroborar el valor incalculable de estos originales.
Las dos primeras marcas importantes de nuestro hallazgo impactan: Hemingway mantendrá luego en la copia del cuento publicado en 1927 en el libro titulado como Men without women u Hombres sin mujeres la misma línea y/o palabras de la prosa como en las acotaciones a los diálogos. No altera ni siquiera un artículo, mucho menos una coma. Desde estos originales se nota ese andar seco, veloz y, si se nos permite, desinteresado tan propio y celebrado del estadounidense.
Un tercer sello que notamos como importante y que se corresponde con la segunda versión es que el argumento se mantuvo: dos hombres dueños de actitudes amenazantes entran a una cafetería en el pueblo de Summit, intimidan a quienes están presentes y predestinan el futuro asesinato de uno de los personajes. Hemingway deja muchos blancos, ese estilo de escritura que se bautizó como teoría del iceberg: mostrar sólo la porción necesaria y funcional al texto, dejando un sedimento de lectura debajo que representa una manera original de representación de suspenso.
Una cuarta particularidad la vemos en la disposición/descripción de los personajes: funda, traza e inmortaliza desde estos primeros papeles las identidades y los rasgos de los actores. George es el dueño del bar/comedor; Sam, el cocinero negro que ayuda a George; Nick Adams es un habitante del pueblo llamado Summit; Al y Max, los supuestos asesinos; la señora Bell es la encargada de la pensión Hirsch; Ole Andreson es el boxeador profesional escandinavo que supuestamente va a morir.
A pesar de esto, una quinta característica del manuscrito llamó aún más nuestra atención: la crudeza en los diálogos. Si bien es cierto que es permanente el elogio de innumerables críticos y analistas de la literatura por la exactitud y lo preciso de la palabra hablada en sus textos, vale destacar que el anhelo de Hemingway, parece leerse aquí, era representar a la esfera de lo coloquial de manera extrema, marcando así tendencia para el estilo de un futuro no tan cercano. A través de las primeras líneas del escrito intentaremos afirmar nuestra posición. Nos remitiremos, en lo que respecta a prosa y comentarios de diálogos, a la perfecta traducción al castellano llevada a cabo por Damián Alou, para la edición de sus Cuentos, Lumen, 2007. Para los diálogos en sí nos tomamos el atrevimiento de realizar el pasaje de lengua a lengua nosotros mismos. Citamos el principio del texto:
LOS ASESINOS
La puerta de la cafetería Henry´s se abrió y entraron dos hombres. Se sentaron a la barra.
- ¿Qué tul? ¿Qué desean lo caballero? – les preguntó George.
- Todo liso – dijo uno de los hombres – ¿Querés papear Al?
- Ni idea – dijo Al –. No sé qué onda.
Estaba oscureciendo. El alumbrado se encendió al otro lado de la ventana. Los dos hombres sentados en la barra leyeron el menú. Nick Adams los observaba desde la otra punta de la barra. Estaba charlando con George cuando entraron.
- Quiero lechón frío con mucho chimi y puré de papa – dijo el primer hombre que había hablado.
- Te cabió.
- ¿Lo qué?
- Esto es para lastrar de noche – les explicó George –. Falta una hora para eso… onda 6.
George miró el reloj de pared qué había detrás de la barra.
-Son las 5.
- ¿Eh? ¿So gato vo? Las agujas dicen 5 y uno, do, tré… do y cero era… ah, sí, veinte… 5 y 20 – dijo el otro hombre.
- Te volvió a caber… fisuró… adelantá.
- ¡Uh! ¡Re concha! Que se curta el róles – dijo el primero –. ¿Qué hay para papear?
- Sánguches, de lo que venga – dijo George –. Monja y güevo, güevo y mondiola, tapa y mondiola… o un bife.
- Poneme… a ver… ¡ah! ¡jojojo! Tá al revé la carta.
- El menús es pa la noche.
- ¿Lo que me cabe es pa la noche, no? ¿Esa es la historieta, no?
- Puedo mandarles güevo con monja, güevo y monja… sánguches, a ver… san-gu-ches…
- Habilitá güevo con mondiola – dijo el hombre llamado Al. Llevaba un sombrero hongo y un abrigo negro abrochado en el pecho. Tenía la cara pequeña y blanca, y los labios finos. Llevaba una bufanda de seda y guantes.
- De cajón, güevo con mondiola – dijo el otro. Era más o menos de la misma estatura que Al. Eran distintos de cara, pero iban vestidos como gemelos. Los dos llevaban abrigos demasiado ajustados. Se sentaban inclinados hacia delante, con los codos sobre la barra.
- ¿Y para empedarse? – preguntó Al.
- Acá todo legal.
- Dale, guana. ¿Para empedarse?
- Cero secuestro. Acá legal. Le-gal. Estoy rojo como güevo de ciclista, un lorca, mal – dijo el otro –. ¿Qué onda esta parada? ¿Cómo dicen que se llama?
- Summit.
- ¿Lo tenías? – le preguntó Al a su amigo.
- Ni a gancho – dijo el amigo.
- ¿Qué pinta de salida nocturna acá? – preguntó Al.
- Pst, lastran a la noche acá – dijo su amigo –. Nada má. Final.
- Ma vale – dijo George.
- ¿Posta? – le preguntó Al a George.
- De una.
- So pillo vó, ¿no?
- No, manzana. Capá que no – dijo George.
-Pa mí no – dijo el otro hombrecillo –. ¿Qué onda Al?
- Es re siome – dijo Al. Se volvió a Nick –. ¿Y botella guachín?
- Adams.
- Otro cantina – dijo Al –. ¿No es un re atrevido, Max?
- Acá son todos una manga de masca-pitos – dijo Max.
No caben dudas que el ímpetu de las palabras de los personajes rozan lo más vulgar y cotidiano posible. Cortante, frío, fuerte. Sin embargo ésta nuestra demostración no finaliza aquí. Nos interesa citar otro momento de este nuestro hallazgo, el mismo en el que George recomienda al joven Nick Adams adelantarse a la morada de Ole Andreson para comentarle el peligro futuro. Lo importante de este pasaje es notar cómo Hemingway, a pesar de lo comentado por muchísimos biógrafos, poseía ese espíritu norteamericano de imperialismo económico, tan mentado y característico en el Siglo XX y, a su vez, cómo en este escrito deja notar la beta cosmopolita de los orígenes de la nación del norte. Datos para recordar, para hacer clara nuestra exposición, para que puedan seguir la próxima lectura:
- Puerto Rico es una suerte de colonia de los Estados Unidos de Norteamérica, comenzando su derrotero de vínculos desde mediados del año 1898, cuando Cuba, Filipinas y la misma Puerto Rico pasaron a manos de la administración nórdica, desplazando a la española;
- La bebida a base de leche y cacao TODDY presenta su pasado en la bebida HOT TODDY, un brebaje de origen escocés en el que se mezcla una bebida alcohólica de las denominadas blancas, líquido caliente (preferentemente agua, café, cacao o té) y una sustancia dulce como la miel o el azúcar;
- A fines de los años veinte, principios de los treinta, el puertorriqueño Peter Santiago desarrolló la bebida ya mencionada TODDY, construyendo así el imperio de la chocolatada en todo el mundo.
En la calle, la lámpara de arco brillaba a través de las ramas desnudas de un árbol. Nick recorrió la calle junto a los raíles del tranvía, y en la siguiente farola tomó la calle lateral. Tres casas más arriba estaba la pensión de Hirsch. Nick subió los dos peldaños y llamó al timbre. Una mujer apareció en la puerta.
- ¿Ole Andreson?
- ¿Queré verlo?
- Sí, momia paparula.
Nick siguió a la mujer por un tramo de escaleras y hacia el final de un pasillo. Llamó a la puerta.
- ¿Qué queré, bufarra?
- Hay un pancho acá don jefe Andreson – dijo la mujer.
- Soy Nick Adams.
- Pasá.
Nick abrió la puerta y entró en la habitación. Ole Andreson estaba echado en la cama vestido. Había sido boxeador profesional y la cama le quedaba pequeña. Tenía dos almohadones bajo la cabeza. No miró a Nick.
- ¿Cuál es la que hacés? – preguntó.
- Estaba en Heny´s – dijo Nick – y llegaron dos re pulenta, que se amotinaron contra mí y contra el Toddy y dijeron que te iban a encajar.
Sonó estúpido cuando lo contó. Ole Andreson no dijo nada.
- Flashearon y nos refugiaron en la cocina – añadió Nick –. Iban a picotearte, puntearte cuando vayás a morfar.
Ole Andreson miraba la pared y no decía nada.
- A George le iba que te la secuencee.
- Todo liso, mono, pero estoy listo – dijo Ole Andreson.
- Alto identiquís te puedo hacer.
- No bardiés – dijo Ole Andreson. Miraba la pared –. Gracias por boquiarla, sabelo.
- Todo jamón.
Nick miró aquel hombre grande echado en la cama.
- ¿No queré que tire el dato en la gorra?
- No – dijo Ole Andreson –. Es al pedo.
- ¿Lo qué?
- Ya estoy jugado.
- Quizá era un chamuyo, una gilada.
- No. Ni chamuyo ni gilada.
Ole Andreson se puso de lado, cara a la pared.
- La onda – dijo, hablándole a la pared – es que estoy así, corte gil, corte basura. No pude despegar de acá en todo el día.
- ¿Y una alta fuga del pueblo?
- No – dijo Ole Andreson –. Ya fue el yirar de acá pa allá. – Miraba la pared –. Ya cantaron el quiero vale cuatro, guacho.
- ¿Estás en el horno?
- De una. Me re puse y me va a caber. – Hablaba con una voz sin inflexiones –. Ya fue, en un toque hago vereda.
- Yo me las pico con la vagancia, con el George – dijo Nick.
- Que te baile joya – dijo Ole Andreson. No miró a Nick –. Graciela, máquina.
A través de esta cita creemos notar que Hemingway no sólo es un servicial funcionario de los intereses financieros de los Estados Unidos de Norteamérica al hacer referencia a la bebida TODDY, sino que también es un adelantado en el impulso de un producto al mercado, lo que hace que sea un adelantado en la hoy día tan normal relación entre marketing y literatura.
Esperamos con estos fragmentos haber establecido una nueva imagen cierta , segura y verdadera de la figura del norteamericano Premio Nobel de Literatura en el año 1954 que como otras tantas descansan, a su pesar o no, en un sitio demasiado cristalizado.
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