PRÓXIMA FUNCIÓN

¡Cruce en Cuarentena!


Por razones de conocimiento público, la escuela a la que íbamos a asistir ha cerrado sus puertas.

Por lo tanto la función queda suspendida... así que quédense en sus casas, abríguense, y tengan miedo a la gripe A, que es lo que está de moda.

jueves, 23 de agosto de 2007

Eventualidades triangulares

Juan Manuel Avila

Sigiloso, como si la casa no fuese suya, él se escabulle por las fauces del pasillo formado por dos tapias de ladrillos enmohecidos, que le llegan a los hombros. Se agazapa para evitar el contraste entre un horizonte de precoz tarde de otoño y el perfil de su cabeza que ya acusa calvicie. El pasillo se acorta a sus pasos, y la puerta se agiganta a sus ojos.

Adentro, dos narices entablan un diálogo. Una nariz se contrae y dilata en un esfuerzo que quizás a la otra nariz le parezca vano. Bocanadas de aire caliente se tropiezan con los dientes y caen sobre el borde de la cama, acompañadas intermitentemente por algún insulto, siempre dentro de los parámetros aceptables para ese tipo de faenas.

El hombre del pasillo desliza con suavidad la llave por la cerradura, y en un intento exitoso de seducir a la madera para que esta vez no cruja al abrirse, pega el cuerpo a la puerta como años antes lo pegó al de su mujer. Su mujer, que ahora solo es una nariz callada, una nariz sumisa ante el aire caliente y los insultos casi necesarios para ciertas tareas. SU mujer, no la del otro.

Un piso encerado recibe al ingresante con un reflejo que duplica su presencia. Los espacios entre los muebles y electrodomésticos se modifican a su paso, y entre el hombre y las sillas, entre el hombre y la mesa, se baila un vals improvisado por la música de los objetos suavemente empujados.

Sembrando sus pasos al ritmo de los jadeos cercanos desfloró el cajón más alto del armario y se volvió uno con el acero del revolver, cargó de melodía el tambor, y experimentó el comienzo de una leve erección. ¿Todos listos? Vamos.

La bala gira en el cañón del revolver, y a nosotros, los lectores, nos parece que lo hace despacio, pero es solo un efecto cinematográfico.

La bala avanza en una habitación donde dos hombres y una mujer parecen estáticos. Uno de los hombres está atrapado en medio de un insulto o un jadeo, vestido con ropa industrial azul, sentado frente a una estufa, junto a su caja de herramientas y totalmente ignorante de la máquina de muerte que ha sido accionado hacia él. Otro, detrás del revolver, con los ojos cerrados y el puño crispado contra el gatillo. Y por último una mujer sentada en la cama con la boca abierta en una mueca de espanto, formando el tercer punto necesario para la confección de un triángulo.

No hay comentarios.: